viernes, 1 de agosto de 2014

La gráfica de la ira


“La Merkel tiene un culo así”, dice Mario Dragui mientras hace un gesto con las manos qen una de las obras de la exposición de la Central de Diseño de Matadero. “No son suicidios, son asesinatos”, se dice en otra, en referencia a los suicidios provocados por los desahucios. “Vota PPSOE y no te quejes de tu mierda de vida”, se lee más allá junto a la silueta de una oveja. “La banca siempre gana”. “Yo decido lo que entra, yo decido lo que sale”. “Hace falta una juerga general”. Y hasta “El zoo no mola”.

En tiempos turbulentos como los que vivimos es natural que el arte se acerque a temas políticos y sociales, al fin y al cabo, una de sus tareas podría ser el dejar testimonio de su tiempo. Así vemos como los contenidos de la literatura, el cine o el teatro dan un viraje hacia temas más comprometidos, ya sea por deseo de reflejar la realidad, por necesidad de expresión o por mero oportunismo, ya que también la demanda del público en ese sentido va en aumento. Si en tiempos de bonanza y expansión puede predominar lo intimista, lo lúdico y lo escapista (y muchas veces se adjudica a lo político el tufo de lo panfletario), cuando vienen mal dadas lo que importa es la denuncia y el cabreo.

Lo cierto es que el diseño gráfico, a pesar de todo, siempre ha sido fuertemente utilizado para la transmisión de ideas políticas. Hasta el 3 de septiembre la Central de Diseño de Matadero alberga dos exposiciones paralelas en este sentido: Agitadores de Conciencias, proveniente de Canarias (se creó con motivo del 25 aniversario de la creación de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Tenerife) comisariada por Ofelio Serpa y centrada en la obra de más 60 diseñadores de más de 30 países, y Estampadores de Conciencias, organizada en Madrid como extensión de la primera por el colectivo Autoedita o muere, centrada en la técnica del stencil (las plantillas que utilizan muchos artistas urbanos, el célebre Banksy, sin ir más lejos, para plasmar su obra en los muros de las ciudades) y recopilada a través de una convocatoria popular.

“Desde el momento que el diseño gráfico adquiere autonomía y se construye como herramienta para la persuasión y no solo para la venta, también adquiere esa otra vertiente de acción política y social”, dice Ofelio Serpa. Ejemplos clásicos de la utilización del diseño (y el arte) para estos fines durante el siglo XX podrían ser la cartelería de la Guerra Civil española, el constructivismo ruso y la propaganda soviética o los diseños de Mayo del 68. Pero ahora estamos en el s XXI y los temas que predominan en estas exposiciones son la quiebra económica, los ataques a Gaza, Gallardón y la Ley del Aborto, la corrupción política o la brutalidad policial, todos ellos tratados con ingenio pero sin medias tintas. La mayoría de las veces son directos a la mandíbula y no muestran ninguna piedad. “Hay tropelías por todo el mundo que es necesario denunciar por parte de los diseñadores con las herramientas que les son propias, aun en los lugares donde el Estado del Bienestar está asegurado”, dice Serpa, “el diseño gráfico reivindicativo no tiene fronteras y mucho menos actualmente en nuestro mundo globalizado.

Precisamente en Mayo del 68 se inspira la parte de stencil (Estampadores), concretamente en los talleres populares que se crearon en París en los que, según cuentan los organizadores, se celebraba una junta diaria en la que los militantes y los artistas decidían los temas con los que empapelar las calles de los barrios revoltosos mediante técnicas como de serigrafía, de litografía, de pochoir o de cámara oscura. Las dos cuestiones más importantes eran: ¿el mensaje político es acertado? ¿El anuncio transmite bien esta idea? Unos criterios que todavía resultan útiles a la hora de producir estas imágenes. “La exposición es un homenaje a esta forma de expresión básica, igualitaria y directa que sigue aún viva gracias a su potencia expresiva y reivindicativa”, explican los comisarios.

Pero, ¿sirve esta forma de comunicación de algo? “Por supuesto que sí”, concluyen desde el colectivo Autoedita o muere, “solo con la posibilidad de que los mensajes puedan hacer reflexionar sobre los problemas que nos afectan, ya cumple una función. Generar debate y, sobre todo, limpiar de censura el mundo de la información y la opinión, supone un fin en sí mismo”.

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Por Sergio C. Fanjul
EL PAÍS / Madrid / 31 de julio 201 

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Foto de r2hox
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