domingo, 31 de mayo de 2009

”Argelia está en una prisión a cielo abierto”











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Dalila Taleb
por Rosa Meneses
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(Argel, Argelia, 1966). Activista por los derechos humanos. En 1993 creó la organización sociocultural RAJ, para canalizar las reivindicaciones de los jóvenes argelinos. Diputada por Bejaia (provincia de la Cabilia) entre 1997 y 2002, milita desde 1999 en el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), un partido de oposición al régimen. En esta formación llegó a ocuparse de la Dirección para la Juventud y el Movimiento Asociativo y fue miembro del Consejo Nacional. En 2000 creó su propia organización, Generaciones Ciudadanas, un espacio de encuentro para asociaciones locales. Ha colaborado con Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos, entre otras muchas.

Bab el Ued. Es importante el barrio en que nació Dalila Taleb porque este barrio de Argel que besa el mar le transmitió su identidad. Bab el Ued es un barrio humilde, históricamente rebelde y donde las condiciones de vida son muy difíciles. Allí fue donde tuvieron lugar las primeras movilizaciones de lo que se llamó la revuelta del pan, en octubre de 1988. El Ejército argelino sacó los tanques a la calle y cargó contra los manifestantes desarmados. Más de 500 jóvenes murieron por la represión de las fuerzas armadas. La explosión popular se inscribe en la memoria colectiva del pueblo argelino como una ruptura entre el régimen y la sociedad. Desde entonces, hay claramente dos Argelias: una Argelia “de fachada”, donde nada es lo que parece, y una Argelia real, desesperada y desesperanzada.

“Esta es mi fecha de nacimiento. La fecha en que tomé conciencia de la situación y de la necesidad de cambiarla. Fue entonces cuando me di cuenta de las dificultades que teníamos que vencer en nuestras vidas y decidí hacer algo. Así fue cómo nació mi militancia”, cuenta Taleb. “Aquél día de octubre, los militares dispararon contra la gente. Hubo muchos muertos en el barrio, vi sus cuerpos en la calle y esta sangre derramada me hizo pensar que la injusticia debía parar”. Las revueltas de 1988 supusieron en la práctica la caída del Gobierno y la convocatoria de elecciones libres en 1989. Se decretó el fin del partido único, con el establecimiento de la democracia multipartidista, y se promovió una reforma económica.

Dalila Taleb estudiaba desde 1986 Traducción Árabe-Español-Francés en la Universidad de Argel y militaba en asociaciones estudiantiles. “Cuando acabé, en 1991, la idea de hacer algo seguía rondándome la cabeza. Me pareció insuficiente estar en las asociaciones universitarias. Entonces, con unos amigos, pensamos en crear una organización juvenil”, relata. En la Argelia de entonces, el 75% de la población tenía menos de 30 años. “Nos movimos por todo el país para discutir la idea con otros jóvenes y en marzo de 1993 nació Rassemblement Actions Jeunesse (Reagrupamiento de Acción para la Juventud, RAJ, en sus siglas en francés)”. RAJ, como “rabia”, un grito para oponerse a la realidad. “Pensamos en gritar nuestra rabia y canalizarla en algo más positivo y organizado”.

La fuerza y la energía de los jóvenes iba a ser expresada de forma más constructiva contra el poder autoritario, contra la injusticia social, contra el desempleo y contra la inestabilidad y la presión islamista en los barrios. Por entonces, Argelia se adentraba en uno de los periodos más sangrientos de su historia. A finales de 1991, los militares interrumpieron el proceso electoral que dio la victoria al Frente Islámico de Salvación (FIS) en las elecciones legislativas. Las alas de la apertura democrática fueron cercenadas. En respuesta al golpe de Estado de los generales, los islamistas tomaron las armas. Comenzó así un enfrentamiento que atrapó en medio a la población argelina. El Estado llevó a cabo una ‘guerra sucia’, secuestrando y torturando a decenas de personas. Los islamistas, por su parte, violaban y degollaban. Se vivieron trágicas masacres de uno y otro bando. Más de 150.000 personas murieron y se calcula que otras 20.000 desaparecieron. Aún hoy nada se sabe del paradero de los desaparecidos, presuntos simpatizantes del FIS que fueron secuestrados por las fuerzas de seguridad. Sus familias no saben si están vivos o muertos.

En medio de toda esta locura, RAJ se las apañaba para meter a los jóvenes en su pequeña burbuja para intentar protegerlos del integrismo de uno y otro bando. En 1993, logró 20.000 firmas para enviar al Gobierno un proyecto de reivindicación de la paz. Pero no dejaba de sentir las presiones de las autoridades y de los islamistas. El grito de reivindicación de la libertades individuales y colectivas de RAJ se volvía cada vez más sordo al coincidir con las matanzas de la ‘guerra sucia’. “Rechazábamos al poder dictatorial y al islamismo irracional y luchábamos por un punto de vista nuevo que cambiara nuestras vidas”, rememora Taleb. Nada más valiente que reivindicar entonces la paz, la tolerancia y la justicia social cuando el primer derecho que les fue confiscado a los argelinos era el derecho a la vida. Y, en particular, a los jóvenes: de cada 10 muertos, siete eran jóvenes. Todo empeoró y RAJ se vio cada vez más asfixiado. En 1995, todas las puertas se cierran. Entonces, Taleb y sus amigos piensan en pasar a otra etapa para hacerse escuchar: deciden en tener una voz en el Parlamento. Dalila Taleb entra entonces en la Asamblea Nacional como independiente, dentro de la lista del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS). En junio de 1997, con 31 años, es elegida diputada por Bejaia (una provincia perteneciente a la región de la Cabilia, al este del país), de donde su familia es originaria. “Hubo mucho fraude que denunciamos en manifestaciones que fueron a su vez reprimidas”, recuerda. “Mi primera intervención en el Parlamento fue para decir que aquella no era una Asamblea verdadera”.



Taleb utilizó su escaño de diputada como una tribuna de expresión de la voz de la paz, haciendo oír ese grito de rabia de los jóvenes que no tenían espacio para expresarse. Trabajó entonces con las familias de los asesinados y los desaparecidos, empujando las primeras investigaciones para conocer la verdad y reivindicar la justicia. “Nunca el Gobierno investigó ninguna matanza. Esto es absurdo e inadmisible. Constatamos la impunidad reinante. Ni siquiera sabemos exactamente cuántos muertos hay. Todo estaba oculto”. Y así continúa. El grupo parlamentario también reivindicó una Comisión Internacional de Investigación por el asesinato del presidente Budiaf, en 1992. Años después, las masacres y las desapariciones siguen sin investigarse. Peor aún. El presidente Abdelaziz Buteflika (en el poder desde 1999) impulsó leyes de amnistía para los responsables del baño de sangre en Argelia: militares e islamistas. “Las medidas de gracia de Buteflika son algo ilegal nunca conocido en la historia de la humanidad”, denuncia Taleb, que afirma que la amnistía ha creado en Argelia una cultura de impunidad.

En 2002 acabó su vida como diputada pero continuó su compromiso con los derechos humanos y la democracia trabajando con asociaciones civiles. En 2000 creó la ONG Generaciones Ciudadanas, un espacio de encuentro de asociaciones locales. Desde entonces se dedica a intentar reactivar organizaciones asociativas que no tienen medios y crear vínculos entre ellas para cooperar juntas sobre sus prioridades y problemas, olvidando sus diferencias. Pero la dificultad en este plano viene dada por las leyes de emergencia, vigentes desde 1991, que prohíben las manifestaciones y restringen el movimiento asociativo.

Ella no quiere hablar de “logros”. “En Argelia no podemos ser visibles. Una persona sin voz no puede ser escuchada al igual que no se puede ver a una persona que está en prisión”, argumenta. Los logros apenas se ven cuando se intenta enseñar que la lucha pacífica es el camino en un lugar donde prima la violencia del poder. “Cada día tenemos dificultades para existir. Estamos muertos respirando. Estamos en un gueto, en una prisión a cielo abierto. Lo más duro es la opinión pública internacional. Necesitan ver muchos muertos para venir”, considera Taleb. O que se organicen elecciones amañadas. El resto del tiempo, nadie escucha a los argelinos.

Claves que utilizamos para la ilustración que representa a Dalila Taleb en “1325 mujeres tejiendo la paz”: — Derecho y libertad. — 20.000 firmas para enviar al Gobierno un proyecto de reivindicación de la paz. — Tribuna de expresión de la voz de la paz, haciendo oír ese grito de rabia de los jóvenes que no tenían espacio para expresarse

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Fuentes de información:
Entrevista personal a cargo de Rosa Meneses
Referencias en Internet:
http://rajalgerie.unblog.fr/
Galería de imágenes del proyecto "tejiendo la paz"
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