lunes, 9 de julio de 2007

Objetivo social






El diseño cobra sentido realmente si persigue un objetivo social. Con su capacidad de expresión simbólica puede fomentar el conocimiento y cuestionamiento de los problemas que aquejan a nuestra sociedad.
GÉRARD PARIS CLAVEL, 1997


Éstas son algunas reflexiones de la enseñanza del diseño gráfico y de su contexto. En primer lugar: Un proyecto de enseñanza supone un proyecto de sociedad en el cual la disciplina enseñada encuentra su lugar; un objetivo social y un método pedagógico. La enseñanza de las artes plásticas no comienza en la carrera de arte, está presente a nuestro alrededor en todo el contexto urbano, la arquitectura, los símbolos en la calle, las vestimentas, los objetos, la prensa, etcétera. Justamente, la enseñanza tiene que estudiar, criticar e inventar esas formas cotidianas, ser creadora de memoria. Nosotros debemos comprender el origen de las imágenes y de las ideas y acercarlas todo lo posible a la realidad, a nuestra propia historia en el seno de la comunidad. Así como lo demuestra el sociólogo Pierre Bordieu, "el universalismo estético" es una ilusión. No hay que olvidar las condiciones históricas y sociales peculiares que hicieron posible determinada visión del mundo, así como la creación de obras culturales que pudieran aparecer como evidentes o naturales. El estudiante tiene que aprender a alterar sus costumbres, a "ser" en un mundo cada vez más orientado hacia el "tener".
La Escuela creativa, multicultural, pasa por el mestizaje social. La primera de las culturas es el trabajo; El derecho a una actividad para todos es la principal antesala al derecho de acceso a la enseñanza y a su calidad. Su opuesto, el desempleo (los diseñadores no están extentos de él), destruye el deseo mismo de aprender. Por el contrario, "Transformar su trabajo en una actividad personal"[1], darle un sentido, es la preocupación fundamental de todo verdadero acto creador.
El período escolar es un momento privilegiado en el cual la exploración personal y el intercambio social pueden hacerse con generosidad sin que pesen demasiado la necesidad económica, la carrera hacia el trabajo y el poder simbólico: aprender con pasión el riesgo del trabajo.

Intelectuales y trabajadores sociales

Una enseñanza supone desafiar lo prohibido, romper con las normas y la mediocridad.
La educación por la imagen pasa por su confrontación con la ciudadanía: el espíritu crítico y el debate. Es necesario que la creación se encuentre con el mundo del trabajo, que los intelectuales dialoguen con los trabajadores sociales.
La cultura debe participar activamente en el conflicto social. El diseño, por su capacidad de expresar en el plano simbólico las violencias de nuestras sociedades, contribuye a cuestionar estos problemas y fomenta el deseo de aprehender su complejidad. Reconocer las responsabilidades de los estudiantes es también reconocerles sus derechos. De esta manera pueden organizarse más fácilmente en comunidades de estudio o en grupos, en cualquier organización en la cual puedan confrontarse y aprehender sus singularidades, experimentar los métodos reales, cívicos, éticos y políticos para emanciparse y ejercer su vocación plenamente. Pero a menudo el compromiso político personal está excluido de la pedagogía; debemos acallar nuestras opiniones políticas y esto le quita el estatuto de ciudadano al estudiante en su lugar de formación y durante toda su escolaridad.
Rechazar el debate de ideas no sólo es negar el aprendizaje de la solidaridad (que no es un don), sino empobrecer el conocimiento por la ausencia de expresiones y opiniones, cediendo la palabra a los "especialistas" y al poder de turno, a su vocabulario consensual y a su diarrea visual. La retención de ideas nos vuelve sordos y temerosos.
Esto reconforta el punto de vista de un diseñador elitista por encima del combate de las ideas, fuera de la historia, cuya expresión y calidad de sentido se enmascaran detrás del ejercicio de la virtuosidad de las formas que, por sí solas, son portadoras de humanismo.
"[...] Esta susodicha pureza, esta susodicha autonomía del gesto artístico es la forma propia de la alienación del arte. El arte, aun el más abstracto, parte siempre de un roce, de un contacto con lo real [...]"[2]

La logomanía

En un mundo cada vez más sometido a los imperativos y a las leyes del mercado el formalismo se ha transformado en un negocio para los servidores del comercio, para los apasionados del logo. Aun al servicio de las instituciones públicas de las ciudades, los códigos logotípicos no crean relaciones sociales sino que las controlan, multiplicando los signos idénticos de la competencia territorial. No crean diferencia sino indiferencia. ¿Son los especialistas del diseño visual los no videntes del mundo social real? ¿Se encuentran enceguecidos por la multitud de signos directivos, repetitivos y autoritarios de los abandonos públicos, la publicidad comercial e institucional, el comercio cultural y las señaléticas públicas (¡orden de todas las soledades!)? ¿Cómo puede ser que todavía sea necesario recordar que la industria publicitaria de nuestros días blanquea la idea del poder a través del dinero y la de la felicidad sólo a través del consumo?
Al recuperarlos para sus fines, los que comercian con conceptos y símbolos humanistas los desnaturalizan y vuelven cotidiano y natural el orden actual de las cosas. ¿Acaso es demasiado grande, demasiado visible para ser mirado?
En el cruce de la palabra con la imagen el grafismo debe encontrar su lugar en el seno de la educación nacional; ya desde la educación primaria se puede enseñar a leer imágenes y a participar en la adquisición del vocabulario visual necesario para desarrollar el sentido crítico en el seno de nuestra sociedad, donde lo "mediático-económico-entretenido" reemplaza a lo político exigente. Los medios masivos de comunicación, que difunden con un ritmo frenético una multitud de imágenes competitivas sobre todos los temas del mundo, se transforman en una máquina de borrar memorias que traiciona a la historia.
"[...] El nuevo orden mundial {como se llama al caos actual} supone excluir a la gente, la menos en dos planos. A nivel material excluye a los pobres, cuyo número aumenta cada día. Y en el plano ideológico, por medio de la mitología de la red mediática, excluye todo tipo de sufrimiento. Y ésa es la verdadera perversión de su obstrucción, la violencia espectacular. Violencia sí, dolor no. Son muy raros los mensajes que validan a la gente en su sufrimiento, en su propia existencia. Y esta falta produce otro tipo de desempleo también monstruoso. Esta vez se trata de atrofiar la imaginación, esa capacidad de los hombres de entablar relaciones, de comulgar nuestras vidas [...]"[3]

Día a día

La actividad del diseñador como productor de imágenes sociales es bella, es la felicidad del intercambio, de temas compartidos con personas y con comunidades que luchan con generosidad en este terreno. ¡Qué placer poder expresar la propia singularidad cuando uno trata un tema! Establecer un diálogo entre las diversas culturas, un internacionalismo de las comunidades. Resistir y combatir la globalización del capital y su carrera hacia la guerra económica puede producir alegría. Frente a la dominación de los mercados y las guerras económicas que libran entre sí los depredadores capitalistas, debemos elegir nuestras actividades, nuestras vidas, porque para difundir su ideología ellos necesitan de la complicidad de los productores de símbolos y de las representaciones de su sistema. Es decir, de gente como nosotros: diseñadores, escritores, técnicos, "vendedores ambulantes", etcétera. Para existir debemos resistir.

Es urgente que nos tomemos el tiempo

Frente al poder mundial de los medios masivos de comunicación podemos proponer un "medio internacional de la proximidad". Compartir con todo el mundo las singularidades locales, nuestras propias referencias culturales, en vez de dar paso a una "sopa mundializada" servida por las autopistas de la comunicación mercantil. Tomemos la palabra tomando la imagen.
Hagamos preguntas frente a las preguntas, démonos el lujo de tomarnos el tiempo, de entablar idas y vueltas. Hace falta tiempo para que se constituya una comunidad de pensamiento, para que se formen sus herramientas de producción. Es indispensable fijar un método científico de la urgencia social e inscribir esta urgencia en la duración.
Espero que este coloquio permita, por su parte, constituir un espacio de intercambio entre el pensamiento crítico sobre el tema del diseño y de la política. En la asociación Ne pas plier aceptamos todas las sugerencias.

Ne pas plier

Esta asociación nació en 1991 con el objetivo de que a los signos de la miseria no se les agregue la miseria de los signos y que a loa exclusión del lenguaje no se le agreguen lenguajes de exclusión.
Fue fundada sobre la energía del deseo y cuenta con la participación de diseñadores, obreros, investigadores, responsables de asociaciones y estudiantes. Ne pas plier reúne a todos aquellos que expresan sus derechos a existir resistiéndose a los discursos dominantes. Esto me permite continuar con mis temas de autor o con los encargos más interesantes, desarrollando un movimiento mejorado y más amplio por la crítica nutritiva de un "colectivo" y su práctica. Para cubrir los costos de estos trabajos les pedimos subvenciones a los ministerios, a los mismos que criticamos. Pero una cosa no quita a la otra; tratamos de aprovechar todas las fallas. Estamos constantemente tratando de inventar formas marginales alternativas, y así hace ya seis años que existimos y seguimos adelante. Con la asociación hice un descubrimiento esencial: la necesidad de la proximidad, la urgencia de tomarse el tiempo y la siguiente paradoja: cuanto más masivos son los medios de comunicación, más se confisca el sentido. "Las instituciones filtran la realidad."
Por último, aun estando entre la gente, tuve pocas ocasiones de trabajar directamente con ella. Antes de seguir un recorrido institucional, me puse en la situación de un autor-productor y esto no me limitó. Ya poseía un cierto método que trasladé al terreno de la vida cotidiana, allí donde los trabajos por encargo no existen. Si tenemos relaciones auténticas con la gente, los verdaderos temas emergen muy rápidamente y se presenta la ocasión de trabajar para personas y para causas todavía desconocidas, en lugar de estar reproduciendo un discurso. El uso del material que nosotros producimos genera inquietudes en otros, se nos escapa de las manos, y eso me alegra. Para Ne pas plier una imagen no es un objeto inerte que debe ser contemplado ni tampoco un instrumento político en sí mismo; produce efectos políticos únicamente cuando se inserta en la acción o en la lucha. Y esa imagen cobra vida y genera sentido sólo cuando es transportada por individuos o grupos: a la imagen estática clavada en una pared se le opone la imagen transportada, usada, tachada, arrastrada hacia una dinámica social y humana.
Los grandes objetivos de Ne pas plier son: abandonar el espacio del museo por la escena de las luchas sociales; rechazar las reglas, valores y categorías propias del mercado del diseño; abolir la orgullosa soledad del diseñador; trabajar por un proyecto concebido a través de la producción colectiva; invertir el fetichismo del original y de la pieza única proponiendo "imágenes cuya originalidad es la multiplicidad"; adoptar el principio de la gratuidad, llegando al punto de regalar imágenes en lugar de venderlas.
Esta actitud militante y antifetichista se apoya sobre la convicción de que el interés, la eficacia y el valor de una imagen residen tanto en ella como en su entorno, en el proceso que implica su logro como también en la dinámica que pueda desencadenar.
A la concepción fetichista de la imagen objeto se le opone la de la imagen como operadora social, la que formula una mayor cantidad de preguntas que de respuestas...[4]
Estas acciones se expresan en diversos lugares, pero principalmente en el medio urbano.

La ciudad es un mundo

La relación entre las escuelas públicas de diseño, la ciudad y la municipalidad es indispensable para la formación. Es allí donde el intercambio se complejiza y permite problematizar la relación entre el pensamiento, la imagen y su práctica social.
Los intendentes, concejales y las asociaciones culturales y humanitarias están fascinados por la comunicación publicitaria que a su juicio les aporta una solución que, inocentemente, creen poder dominar. Un contacto con la universidad les permitiría tener acceso a un aprendizaje de una gramática visual saludable.
Desde el comercio invasor, pasando por la "felicidad ciudadana" hasta las exclusiones humanas, la ciudad es un mundo donde nuestras vidas se mezclan. Las escuelas de arte y de diseño deben desarrollar relaciones de proximidad, tornar visibles las cuestiones colectivas con una mirada singular, encontrar "su asociación". El principio es sencillo: ponerse en la posición de escuchar a los demás antes de hablarles y escuchar a la ciudad a través de sus prácticas, sus temas y sus sitios, enriqueciendo así el tema inicial y expresando una mirada nueva.
Fundamentalmente, nuestro trabajo formula preguntas. Entonces, desearía concluir con una: ¿Podemos inventar signos que cuestionen la ciudad feliz, los signos del devenir? ¿Salirnos del sistema de signos directivos y repetitivos para que el mundo no sea una inmensa carta gráfica consagrada únicamente a la circulación rápida? Trabajar sobre la deambulación, la causalidad de verdaderas relaciones sociales, de escenarios de intercambio; reclamar la carta geográfica antes que la cédula de identidad; compartir un saber universal que se exprese y enriquezca a través de una práctica regional y local; trabajar no sólo las formas sino su utilización; integrar en la creación de nuestras imágenes el modo de su difusión. Para que el espacio de las imágenes y el espacio de la gente se encuentren realmente.

[1] André Gorz, Metamorfosis del trabajo, Ed. Galilé, 1988.
[2] Jean-Christophe Bailly, ¿Hacia el gran taller?, 1995.
[3] John Berger, Catálogo Ne pas plier, Stedelijk Museum, 1995
[4] Extracto de una entrevista realizada a la asociación por André Rouillé publicada en La recherche photographique, 1996.

[Publicado en la revista Typográfica, 1997]
Gérard Paris Clavel es miembro del colectivo NE PAS PLIER

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